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A 10 AÑOS DEL 2001, LA TRAGEDIA EN 26 HISTORIAS


Sobrevivientes de la represión, asambleístas barriales, ahorristas indignados y un país quebrado. A24.com habló con el autor de La Rabia, libro que retrata el punto de inflexión en la vida de los argentinos. Por José Medrano.



A diez años de la última tragedia nacional, aquella que dejó muertes aún impunes, que arrasó con las últimas esperanzas de quienes sostenían a duras penas su trabajo -o sus ahorros-, el periodista Rodolfo González Arzac publicó el libro “La Rabia (y todo lo que vino después)” que recorre 26 historias marcadas por los fatídicos días 19 y 20 de 2001, cuando el gobierno del entonces presidente Fernando de la Rúa implosionó, y con él, el resto del país.

González Arzac retrata, entre otras cosas y con enorme claridad, la historia de tres chicos que llevaron, todo este tiempo, una bala en la cabeza o cerca del corazón (y la certeza de que alguien los quiso matar); los vericuetos insoportables de una investigación judicial que no consiguió condenar a los culpables de la represión; la tarea voluntariosa de dos asambleístas de clase media; la historia de un vocero presidencial que patea la calle en busca de trabajo; y todo deja, en conjunto, el retrato de aquellos días furiosos.

En diálogo con A24.com, el autor responde algunas preguntas que pueden servir de guía para volver a recordar aquellos días, valorar el presente y no bajar los brazos en busca de Justicia.

¿Cómo surgió la idea del libro y cuán fresca en la memoria de la gente notaste los recuerdos cuando empezaste a investigar?
La idea surgió cuando me enteré que uno de los chicos que habían sobrevivido a la masacre después de recibir un balazo en la cabeza, murió en 2010. Es el capítulo dos del libro: la historia de tres chicos, durante estos diez años, todavía con proyectiles en el cuerpo. Pasó mucho tiempo, pero en la mayoría de los casos los recuerdos sobre esos días están todavía nítidos y dejaron sus rastros.

El 19 y 20 fueron un colapso ecónomico, político y social, ¿en qué sector notás que se hizo más daño y cuál se recuperó -u olvidó- más rápido?
Creo, casi sin dudar, que la crisis terminó de hundir a muchísimas familias que se habían quedado sin trabajo, que ya no tenían para comer, a veces ni dónde vivir. Lo que veo que se olvidó más rápido fue el fenómeno de las asambleas barriales, aunque algunas todavía funcionan y cuyo método hoy se puede ver con más claridad en las asambleas de los pueblos que luchan, por ejemplo, contra la megaminería.

¿Cómo ves el presente de los referentes políticos de ese momento: De la Rúa, Cavallo, Baylac, Ruckauf, etc?
De la Rúa está en el libro. Orgulloso de haber zafado de las causas judiciales, en las que él mismo preparó sus defensas. Algo que genera, por cierto, rabia. Baylac también está: da clases en una universidad y sabe que esa marca lo alejó de la política y que seguramente no tenga retorno. Cavallo sigue siendo rico, muy rico. Y Ruckauf otra página negra de nuestra historia, aunque, al menos, una página amarilla, vieja.

¿Por qué creés que fracasaron las asambleas barriales? ¿Con qué te encontraste al investigar este tema?
El sistema de las asambleas tiene una riqueza enorme. Pero exige mucho: paciencia, garra, constancia. Además, otras dos cosas ocurrieron: por un lado, los intentos de diversas fracciones políticas de dominarlas (y, así, embarrarlas y hasta sepultarlas) y por el otro que no consiguieron, de alguna forma, institucionalizar o regularizar su voz en las instituciones. Creo que fue un intento. Que no salió del todo bien, aunque se hicieron, y se hacen todavía, muchísimas cosas. En el libro las historias se repiten: es difícil ponerse de acuerdo, estaba lleno de infiltrados. Eso es lo que me contaron muchos de los 26 protagonistas.

¿Con qué te encontraste a la hora de investigar la causa judicial?
La causa judicial es una calamidad. Pasaron diez años y no llegó a Juicio oral. Y, entre otras cosas, los jueces dieron por cierto que el presidente no tenía la menor idea de lo que estaba pasando a 50 metros de su despacho. Aún así está, aún hoy, la posibilidad latente de que tantas muertes encuentren a sus culpables.

¿Cómo fue encontrarte con los sobrevivientes de aquellos días? ¿Te parece que la gente es consciente de cuánta gente murió?
Las historias de los sobrevivientes, o de las familias de las víctimas, son conmovedoras. Te desgarran. Los que se salvaron te repiten: es muy difícil ir por la vida sabiendo que alguien te quiso matar. Por otro lado, yo creo que sí que hay mucha conciencia del baño de sangre de esos días. El 19 y 20 es, primero, una tragedia y, después, una jornada con muchos aspectos heroicos e inéditos.

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