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REY MEDIANO


Dicen que cuando Jack Dempsey se preparaba para pelear con Gene Tunney, uno de sus allegados fue a espiar al campamento rival. Tunney era un gran lector y amaba a Shakespeare. Así que el informe del infiltrado fue: "Olvídate campeón, tu rival se la pasa leyendo libros". Tunney, como se sabe, venció dos veces a Jack Dempsey; en la primera, le arrebató el campeonato mundial.



A Sergio Martínez se nota que le encanta Shakespeare porque lo cita en todas sus notas. Pero no por eso sería un buen consejo creer que ése es todo su mérito. ¿Cuáles son las claves de su éxito?



Ante todo, sus piernas. El boxeo nace de las raíces, como las casas y las plantas. Maravilla Martínez boxea a veces más con los pies que con las manos, estableciendo las distancias que le convienen. De esa forma, siempre está bien plantado y apenas a un paso de quedar afuera del alcance de su oponente. Y, al mismo tiempo, de volver para el contrgolpe.



Su planteo táctico. Él mismo explica que ante todo hay que ser un buen jugador de ajedrez, saber engañar al rival y confundirlo con maniobras envolventes.



"Eso vale más que todos los golpes que se lancen", afirma.



Y para demostrarlo cuenta una y mil veces cómo lo engañó a Paul Williams.



"Lancé varias veces la mano con la que finalmente lo puse nocaut, pero primero tenía que hacer una finta, ofrecerme a él para que avanzara confiado, lo mismo que suelen hacer los pescadores, ¿no? Lanzan el anzuelo varias veces, pero nunca se olvidan de poner una buena carnada".



Velocidad de envíos. Para sus admiradores y detractores, si algo no les convence es su estilo de guardia. ¿Para qué baja tanto los brazos?, reclaman sus fanáticos. ¿Por qué es tan fanfarrón? Preguntan sus críticos. Esos brazos bajos le hacen jugar con fuego en toda ocasión. Pero ése es el sinónimo del boxeador que, ante todo, confía ciegamente en su vista -- valga el juego de palabras -- y en su velocidad de reflejos. Maravilla Martínez, admirador no sólo de Floyd Mayweather Jr. sino también de Pernell Withaker, suele decir: "Preocúpense la noche en que no baje los brazos, porque ahí si estaré en problemas". Esos brazos bajos lo hacen trabajar relajado y enviar sus golpes desde trayectorias a veces poco ortodoxas, pero también sorpresivas.



La pegada también vale. Martínez sostiene que admira a Withaker, "pero a mí me gusta agregarle lo que él no tenía, que es mayor contundencia, porque eso hace al boxeador más comercial", confía. Tal vez por eso ha definido varias peleas por nocaut. Viendo su triunfo ante Williams podría afirmarse que es un noqueador explosivo, pero analizando otros combates se puede decir que es un boxeador que, con puntería y precisión, es capaz de demoler a cualquiera. Preguntarle a Kelly Pavlik.



Rotaciones de cintura, y otros juegos. Le gusta ofrecer su rostro y quitarlo por milímetros (otra vez jugando con fuego) lo que suele provocar generalmente un doble desgaste en los rivales. El anímico, porque nada es peor que para un peleador estár marrando golpes o dibujarlos en el aire; y el otro físico, puesto que por la misma razón anterior, también se produce un cansancio prematuro. En ese ofrecer el rostro, la rotación de cintura es fundamental, para estar siempre fuera del alcance de los golpes del rival.



Habría que agregarle a Martínez una gran autoestima que lo lleva por momentos a la arrogancia y por ende, al excesivo lucimiento, más un gran carisma abajo y arriba del ring. Un gigantesco ego que está siempre dispuesto a ofrecer algo más todavía.



Queda en claro que Martínez no es un boxeador perfecto, porque lo perfecto no existe. Pero en un tiempo en donde como hoy suelen predominar los boxeadores de ataque sin mayores combinaciones, la cadencia lujosa de un Juan Manuel Márquez, la caja inagotable de sorpresas de un Floyd Mayweather o la estampa arrogante de un Maravilla Martínez, generan espectáculos diferentes.



Martínez, que tiene entre sus ídolos a Muhammad Alí y a Carlos Monzón, es atrevido, displicente y muy veloz de reflejos. Y sabe muy bien, como cuando cita a Shakespeare, que "la necesidad es madre de la audacia".



Y la necesidad de este argentino, que es lucirse, ser el mejor, ser la estrella y el foco de atención permanente, lo lleva a exhibir toda su audacia con tal de demostrarlo.

Como un torero que en su traje de luces mezcla la postura del paso de ballet con el estiletazo final, regando la tarde de sangre ajena y exponiendo la propia en busca de la gloria.

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