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CARMEN BARBIERI NO SUPERA LA SEPARACION CON BAL

SOLA EN LA PLAYA



El que calla –ante la polémica–, otorga –una ratificación–. Pero corre el riesgo de que el ruido mediático vaya creciendo. Y lo que en un principio era apenas un murmullo, que podría haberse terminado con el dedo índice en los labios, exigiendo silencio, se convierte en un estruendo que obliga a la aclaración en voz alta, casi a los gritos. ¡Más difícil que hacerse oír en un vagón del Subte C!
Así funcionó para Carmen Barbieri (56) el rumor que la vinculó con su ex esposo y actual compañero de Barbierísima, Beto César. De movida, optó por ser cómplice con las voces que informaban un supuesto acercamiento romántico. Al fin, nunca viene mal un poco de prensa para la obra. Y así, la capocómica se desentendió del asunto, aunque fogoneó el runrún acompañando a César en un show en Pinamar. “¡Que hablen! Mal… ¡pero que hablen!”, es la filosofía de Carmen.
Pero cuando la situación se fue de control, con aquella anécdota que recordó Moria Casán sobre lo que Carmen le habría contado en un restaurante (¡de tan intrincado, parece un trabalenguas!), la rubia prefirió realizar una desmentida a la par con Beto. “No es verdad lo que dice Moria. ¡Que busque testigos para el juicio!”, advirtió Barbieri, el miércoles 25. Y agregó: “Beto César es un hombre de bien, y tiene una mujer maravillosa, Alicia, que merece mi mayor respeto. Y nunca haría lo que a mí me hicieron”.
Mejor… ¡sola! Y habrá que creerle, nomás. Porque a Carmen, desde que seis meses atrás terminó su relación con Santiago Bal, no la acompaña nadie. Ni en aquel difícil invierno, ni en el renacer que alimentó la última primavera, ni en este verano que invita a la aventura amorosa: la vedette está sola. Y la decisión es suya. “Me viene bien elaborar el duelo en soledad”, explica. Por eso, quienes la ven a diario en el teatro Atlas, cuentan que la jurado del Bailando por un sueño suele quedarse en el departamento sobre la avenida Colón que adquirió este año. Allí se refugia e intenta rearmarse. Y unos pocos tienen acceso al búnker. Su madre, por supuesto; y su hijo Federico Bal, desde ya. “Santiago me quitó mi familia. Pero tengo a mi mamá, viva y lúcida. Y a Federico, que nunca me abandonó”. También acceden sus amigos más cercanos, los íntimos. Y nadie más tiene una pulserita vip. “Tras separarme de un hombre que amé muchísimo, estoy saliendo adelante con la ayuda de mi gente. El duelo lo estoy elaborando bien, tranquila, muy cuidada. Estoy durmiendo sin pastillas. Y ando rodeada de amigos. No voy a mentir: me gustaron algunos chicos, porque son de treinta y pico, pero nada más. Cuando esté con alguien, lo voy a contar”.
Claro que, más allá de las funciones que realiza en doble turno de martes a domingo, también sale a divertirse con amigos y compañeros de elenco. En ellos también encuentra ánimo y apoyo. ¿Y el chacarero, con quien la asociaron semanas atrás? ¡Bien!… lejos, en el campo. Ella misma confiesa que está en un momento delicado, el que corresponde a la elaboración de un duelo amoroso. Algunos días está mejor que otros, como podría esperarse. Sus amigos la han visto llorar: “Amar, duele”, explica, por si hiciera falta.
Y hoy, espera… que pase la tristeza, y regrese el cosquilleo en el estómago. Porque Carmen se ha jugado el corazón, y comprendió que, para volver a enamorarse, es menester cerrar esta herida. Porque lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado. Y lo que Carmen está enterrando, en estos días, es el dolor.

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