Sobrevivientes del hundimiento del Crucero General Belgrano coincidieron esta tarde en que celebran “cumpleaños dos veces al año, porque el 2 de mayo de 1982 volvimos a nacer”.
Sobrevivientes y familiares de víctimas del ataque inglés al Crucero General Belgrano, que navegaba fuera de la zona de exclusión impuesta por Gran Bretaña, se dieron cita esta tarde en un homenaje realizado en aguas del Río de la Plata donde se recordó a los 323 fallecidos arrojando claveles rojos y blancos y coronas de laureles con la inscripción “Gloria y honor a los Héroes del Crucero General Belgrano”.
Lucas Ocampo, cabo segundo y maquinista del crucero, fue uno de los 770 sobrevivientes y reconoció que “es la primera vez” que realiza esta travesía que “hoy festejo mi segundo cumpleaños”.
Ocampo recordó que el ataque fue “un domingo y me encontró descansando, así que me tomó por sorpresa”.
“El golpe del impacto me tiró de la cama” agregó, y reconoció que no “esperaba un ataque desde un submarino”.
Cuando logró subir a una balsa, el problema -entonces- fue “zafar del remolino que producía el barco que se estaba hundiendo, hasta que logramos separarnos del buque”.
Ocampo, junto a otros 18 compañeros, permaneció en la balsa desde las 4 de la tarde de aquel domingo fatídico.
“Estaba convencido que iba a sobrevivir”, agregó y dijo que “todos tratamos de esperar el rescate con la mayor calma posible”, hecho que se produjo gracias a la intervención de sus compañeros del Aviso Gurruchaga “29 horas más tarde”.
Osvaldo Fernández, a cargo de control de averías en el Belgrano, recordó que el ataque del submarino británico lo sorprendió “despertando a mi relevo, abajo de la cubierta”.
“Estaba charlando y siento el impacto, veo una llamarada y de repente todo quedó a oscuras”, recordó en diálogo con Télam.
Y agregó que “con el segundo impacto traté de levantarme y sentí que la piel de mis manos como un fuego, como que iba a desgarrarme”.
Fernández recordó que “tratando de salir me tropecé con cuerpos de compañeros que habían caído mientras me dirigía hacia un lugar donde se veía algo de luz que me llevaba a la cubierta”.
Antes de subir a la balsa, Fernández fue atendido por las quemaduras que tenía en las manos: “un médico me aplicó morfina para que pudiera bancar el dolor, que me provocaba las quemaduras y así logré tirarme a una balsa”.
“Este año cumplo 52 y 30 años” afirmó este actual auxiliar de una escuela de la localidad bonaerense de Temperley, reafirmando que celebra que está con vida dos veces al año.
Fernández permaneció en la balsa hasta el martes 4 de mayo a la 1 ó 2 de la madrugada: “Estuvimos en la balsa unas 40 horas cantando y hablando entre nosotros para darnos ánimo”, recordó esta tarde.
El entonces conscripto Sergio Rodríguez consideró que se salvó porque estaba “cargando misiles antiaéreos al lado del puente de comando”.
De allí llegó “rápido a una balsa, donde permanecí desde que pude abandonar el barco hasta las 19 del día siguiente, que nos rescataron”.
Domingo Leal, entonces maquinista naval, recordó que estaba descansando en la zona de proa” y que uno de los impactos “explotó “a unos 20 metros míos”.
“Como pudimos, salimos a la cubierta y busqué mi balsa, adonde cargamos a un compañero herido”, recordó y agregó que en la balsa pudieron darle las primeras curaciones.
A Leal lo rescató “el Piedrabuena luego de 29 horas de espera” y concluyó su testimonio destacando que “el herido llegó al barco con vida”.
