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Tiene 103 años y su mayor secreto es la felicidad

María Beatriz Romero, una porteña que en agosto cumplió 103 años, asegura que tiene "mil proyectos", que siempre está "haciendo planes” y aunque advierte que no planifica "de acá a diez años, vivo cada día como algo distinto, como un nuevo comienzo”.

“Si alguien me pidiera un consejo para vivir yo le diría que tenga tranquilidad, que trate de llevarse bien con todos, de perdonar y tener proyectos”, señala en diálogo con Télam María Beatriz que para su cumpleaños 102 pidió un órgano “porque siempre soñé con tocar”.
Pese a que afirmó “no haberse cuidado nunca y no haber hecho deportes”, esta mujer nacida en Flores en 1909, considera que “algo que quizás ayudó en mi vida fue que fui y soy muy amada, por mi marido, por mi hija, por mis nietos”.
Dueña de una memoria envidiable (sólo a modo de ejemplo es capaz de recordar todos los nombres de las maestras de su primaria), María Beatriz es, además, una persona esencialmente curiosa e inteligente, por lo que recibió con agrado los avances de, por ejemplo, la tecnología.
“Toda la tecnología es maravillosa. Pensá que cuando yo era joven no había posibilidades para entretenerse. Yo recuerdo el surgimiento de cada medio: el boom de la radio, la televisión, después a color; hoy las innovaciones se producen más rápido, pero todo suma a que estemos más comunicados”, afirma.
También el avance de los derechos de las mujeres es un hecho que reinvidica: “Que puedan votar, estudiar, trabajar, sin que nadie las condicione o las limite, o por lo menos que esto sea menos que antes, me parece buenísimo; es uno de los motivos por los cuales me gustaría volver el tiempo atrás, pero como no se puede soy feliz con lo que tengo”.
Testigo de un largo período de la historia Argentina, la mujer opina que “la mejor época que recuerdo es el primer gobierno de Perón porque cambió completamente la escena”.
“Si bien siguió habiendo ricos y pobres -reflexiona- los que tenían menos recursos pudieron mejorar su situación. Yo era de clase media baja y entonces lo que rescato son las leyes sociales”.
A modo de ejemplo, recuerda que cuando trabajaba en la Casa Muro -una tienda de ropa ubicada en Mitre y Maipú, en la Ciudad de Buenos Aires- “al finalizar cada año el dueño se paraba en la escalera y desde allí decía: `vos seguís, vos no`. Cuando se implementaron las leyes laborales tuvimos más protección”.
No obstante, si de recordar se trata, prefiere hablar de Flores, el barrio dueño de su corazón. “Cuando nací era una aldea: no estaban ni adoquinadas las calles. Yo iba al colegio a la hora del almuerzo y recuerdo ver a los albañiles comiendo pan con cebolla, tirados en la calles durmiendo la siesta, o cantando en italiano, porque la mayoría era inmigrante”.
También recuerda los paseos de la mano de sus hermanas mayores por Rivadavia, las idas al teatro, los carnavales, los martes en la Plaza, cuando iba a tocar la banda municipal, y “a un actor ventrílocuo que se llamaba Agudiez, por el cual las mujeres de Flores moríamos”.
Muchos de estos hechos son narrados por la mujer en sus escritos en los que diariamente vuelca todavía hoy no sólo su pasado, sino su presente y algunas reflexiones generales.
“No pasa un día sin que escriba unas líneas, así como no pasa un día sin que lea el diario”, apunta y enseguida aclara que su preferida es la de deportes, donde busca alguna noticia sobre el club de sus amores: Vélez.
Entre risas, confiesa: “Mirá si seré fanática que en el momento en el que bautizaban a mi bisnieto Nicolás, al que amo con toma mi alma, pedí que me averiguaran cómo iba un partido”.
El último censo realizado en Argentina en 2010 determinó que en el país viven 3.487 personas con más cien años, y según un estudio de 2009 del Centro Internacional de Longevidad en Nueva York para mitad de siglo habrá 6 millones de personas que han llegado al centenario de vida, como María Beatriz Romero, una testigo de este siglo.



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