De esta manera, Mursi le dio la posibilidad a una nueva generación de oficiales jóvenes que creen que los militares deben ocuparse de defender las fronteras en lugar de competir con los políticos egipcios.
El mandatario aprovechó un ataque de grupos yihadistas en el desierto del Sinaí, en el que murieron 16 soldados egipcios, el pasado domingo, para pedirle la renuncia al jefe del Consejo Supremo de las fuerzas armadas (CSFA), Husein Tantawi, y al jefe del Estado mayor del Ejército, Sami Anan, entre otros generales.
Tantawi, a quien solían repudiar los manifestantes de la plaza Tahrir, fue durante 20 años ministro de Defensa del ex dictador Hosni Mubarak, liderando luego la transición que derivó en la elección de Mursi.
Sin entrar en polémicas con la oposición, Mursi aseguró que los militares continuarán teniendo un rol importante en la economía del país (controlan el 40% de las finanzas y los beneficios del Canal de Suez, según informes de prensa) y en las relaciones con Israel.
Con Israel, precisamente, Mubarak mantenía una relación de respeto luego de firmar en 1979 un tratado de paz y amistad, mediante el cual El Cairo recuperó la Pennínsula del Sinaí, perdida en la Guerra de los Seis Días, de 1967, con los israelíes.
Después de los cambios en la cúpula militar, Mursi no tuvo más remedio que lanzar la mayor operación militar en el Sinaí desde 1973, ya que la situación se deterioró luego del derrocamiento del dictador egipcio en febrero de 2011.
Mursi anuló una declaración constitucional que le daba amplios poderes a los militares y, aparentemente, no tiene intenciones de reinstaurar el Parlamento disuelto por la junta que encabezaba Tantawi, el pasado 14 de junio.
Por lo tanto, hasta que se realicen nuevas elecciones parlamentarias y se redacte una nueva Constitución, Mursi puede promulgar leyes, controlar el presupuesto y formar la nueva Asamblea Constituyente que redactara la futura Carta Magna del país.
“Con sus acciones de este fin de semana, Mursi movió por lo menos la revolución fuera de su estancamiento y dentro de una nueva fase política, donde las leyes y las instituciones de un potencial nuevo estado serán escritas con menos poder para los militares", dice el analista Mark LeVine en un artículo publicado en el sitio online de Al Jazeera.
Para este profesor del Centro de estudios de Medio Oriente de la Universidad Lund de Suecia, si “el proceso de redactar una nueva Constitución no se mueve hacia adelante, la economía egipcia no mejorará”.
LeVine no fue el único que advirtió sobre las dificultades que enfrenta la transición, ya que el diario Daily News de Egipto señaló en un informe que la oposición tiene “la esperanza de que (ese poder arrebatado a los militares) será devuelto a la supervisión civil en lugar de afianzar a los Hermanos Musulmanes”.
El rotativo destaca que el reconocido novelista egipcio, Alaa Al Aswani, “es quien condena los intentos del presidente por asfixiar y controlar la impresión de los medios de prensa”.
“Mientras elogia la decisión de Mursi de remover a los militares, Al Aswani se pregunta si el presidente está intentando recuperar el poder para la gente o robar para los Hermanos Musulmanes”, afirma el rotativo.
Tantawi era el símbolo de seis décadas de predominio militar en Egipto, luego del golpe de Estado que encabezó en 1952 el teniente coronel Gamal Abdel Nasser para poner fin a la monarquía del rey Faruk. En 1956 Nasser nacionalizó el Canal de Suez.
Cuando se convirtió en el primer presidente democrático del país, Mursi, un ingeniero de 60 años con un doctorado en ciencia espacial en Estados Unidos, dijo que iba a gobernar para todos los egipcios y prometió un estado “no teocrático”, pero que haga referencia a la ley islámica “sharia”.
La remoción de la cúpula militar fue seguida con atención en Medio Oriente ya que Egipto es -quizá- el principal ejemplo de la llamada "Primavera árabe" que provocó además los derrocamientos del tunecino Ben Alí; del asesinado dictador libio Muammar Kaddafi y del yemení Ali Abdulah Saleh.
Con su decisión de promover a una nueva generación de jóvenes oficiales, Mursi ha demostrado tener personalidad para sostener las riendas del país en un momento clave de su historia.
No obstante, la posibilidad de que el fundamentalismo islámico se adueñe del poder en Egipto causa preocupación en Occidente.