Tras la trilogía basada en el personaje creado por el escritor Robert Ludlum, “El legado Bourne” enlaza las películas anteriores protagonizadas por Matt Damon con la historia de otro soldado super entrenado que se ve envuelto en cuestiones meramente políticas.
A diferencia de Bourne, quien al sufrir de amnesia no entiende por qué sus superiores lo consideran una amenaza, Aaron Cross (Jeremy Renner) sabe quién es y para qué programa ha dedicado su vida.
El conflicto surge cuando todavía están frescas las investigaciones del caso anterior y los seis conejitos de Indias destinados a seguir los pasos de Bourne deben ser sacrificados antes de que la prensa se entere de un programa gubernamental destinado a conseguir mejoras físicas e intelectuales en su milicia.
El problema es que Cross, como el caso de Bourne, es letal e inteligente y no pierde tiempo en atar cabos, buscar a una científica (Rachel Weisz) para que lo ayude, y liquidar a todo aquel que ser le ponga adelante.
No es un dechado de originalidad la historia que cuenta Tony Gilroy, el guionista de las anteriores, director y coguionista con su hermano Dan, de la presente.
Más bien se trata de una buena mezcla de los elementos anteriores, brindando una perspectiva nueva y con un elenco que no olvida a sus antecesores, pero se renueva.
El villano es, otra vez, un burócrata que trabaja en las sombras y que, desde lejos, maneja los hilos de los funcionarios y los fondos públicos, además de las vidas de sus subordinados.
En ese papel Edward Norton se mueve como un pez en el agua, mientras que Jeremy Renner, convertido en antihéroe en “Vivir al límite” y hasta en “Los vengadores”, vuelve a poner el cuerpo en un personaje que va más allá de las excelentes secuencias de acción.
