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Trapero presenta "Siete días en La Habana" en San Sebastián
El cineasta argentino Pablo Trapero está participando del 60mo. Festival de Cine de San Sebastián, a donde llegó para presentar su película “Elefante blanco” y el cortometraje “Jam Session”, que protagoniza el director serbio Emir Kusturica y que dirigió para la película grupal “7 días en La Habana”.
“Jam Session” forma parte de este filme colectivo integrado por otros seis cortos del actor portorriqueño Benicio del Toro (en su debut como director), el argentino Gaspar Noé, el español Julio Medem, el francés Laurent Cantet, el palestino Elia Suleiman y el cubano Juan Carlos Tabío, que se estrenaron en el último Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Incluido en la sección Zabaltegui Especiales de San Sebastián, “7 días en La Habana” es un ambicioso proyecto de las casas productoras Morena Films (España) y Full House (Francia), que se basa en diferentes textos y narraciones de autores cubanos como Guillermo Cabrera Infante y Leonardo Padula.
Cada uno de los cortos que componen la película cuenta un día de la semana a través de los sucesos cotidianos o extraordinarios que acontecen a diversos personajes, con la intención de mostrar el alma ecléctica de La Habana, retratando lo más sustancioso de su cultura, su gente y su música.
Inspirado libremente en un cuento titulado “Jam Session”, el filme de Trapero narra el encuentro afectivo y humano entre un famoso director extranjero –el serbio Kusturica, que se interpreta a sí mismo- que llega a La Habana a recibir un premio a su trayectoria, y el chofer cubano del auto en el que se mueve por la ciudad y en quien descubre a un excelente trompetista.
“Es una historia sobre los vínculos humanos y la relación de amistad que se establecen entre ellos, y también una reflexión sobre el contraste que existe entre un artista extranjero talentoso y con mucha fama, y un músico cubano muy talentoso también, pero totalmente anónimo”, afirmó Trapero en diálogo con Télam.
“En La Habana, Kusturica encuentra la intimidad que su fama no le permite tener y así, durante un día entero, se va tejiendo una relación de amistad espontánea con el chofer que le ponen para que lo lleve de un lado al otro de la ciudad”, explicó el cineasta.
Según Trapero, “el chofer cubano lo contiene y lo ayuda a reflexionar sobre la posibilidad de establecer un nuevo vínculo con su pareja, con la que está muy peleado. Pero además, él descubre que ese cubano anónimo que conduce el automóvil es en realidad un músico muy talentoso, al que empieza a admirar”.
Trapero participa por partida doble en el certamen donostiarra, ya que también presenta en la sección paralela Made in Spain su último largometraje, “Elefante Blanco”, que protagoniza Ricardo Darín, quien casualmente también se encuentra aquí como integrante del jurado de la Competencia Oficial del festival.
El cineasta argentino, quien viaja regularmente al festival de La Habana desde 1995, afirmó que su cortometraje para “7 días en La Habana” es una forma de “devolver todo lo bueno que los cubanos me brindaron durante todos estos años. Era un homenaje a la ciudad y al festival de cine”.
Para el director, “hacer esta película fue una aventura en muchísimos sentidos. Por ejemplo, cuando decidí trabajar con Kusturica, me pregunté: ¿Cómo será dirigir a otro director? Por suerte, Emir fue muy receptivo de la propuesta y se prestó sin problemas a jugar con su propia imagen”.
Por otra parte, Trapero recordó que, “además de vivir La Habana, vivimos el proceso de rodaje con los demás directores, que fue un trabajo colectivo muy enriquecedor. Era una experiencia muy estimulante, pero también me generaba muchas preguntas porque era la primera vez que filmaba fuera de la Argentina”.
El cineasta destacó la “relación de mucho cariño y hermandad” que existe entre Argentina y Cuba y señaló que “ir a filmar a La Habana era un poco tomar una mirada de humor sobre una realidad que también es dramática, pero que muchos cubanos toman con un gracia particular”.
Para él, tanto en Argentina como en Cuba “las cosas más absurdas se vuelven cotidianas y se transforman en situaciones corrientes las que para otros podrían parecer extraordinarias. Si bien tenemos muchas diferencias, hay muchas cosas que tenemos en común, entre ellas la capacidad de improvisación frente a lo imprevisible”.
“Algunas cosas que para otros pueden significar un punto muerto, para nosotros se transforman generalmente en el comienzo de algo, en el principio de una aventura. En los argentinos y los cubanos hay una dosis de sorpresa que convierte lo cotidiano en algo extraordinario”, agregó.