El agente cumple 50 años en el cine con 23 películas y seis protagonistas. Sin embargo, y más allá de la interpretación respetable de Sean Connery, existen motivos de sobra para considerar a Daniel Craig como el mejor y al último filme como un excelente entretenimiento.
Motivos no faltan a un público que esperaba ver al agente 007 encarnado por un actor no sólo con talento para interpretarlo sino además con un porte que transmitiera con sutileza lo que atrapa al público femenino, es decir encanto y seducción en igual y justa medida, para envidia del público masculino.
Si a esas cualidades se le suman el ingenio y el despliegue suficientes como para quedar bien con el cine industrial de los últimos tiempos el plato gourmet podía ser exquisito, y de hecho así ocurrió con “Casino Royale” (2006) primero y con “Quantum of Solace” (2008) después.
Mucha agua pasó debajo del puente del personaje desde esta primera revisión con Craig, incluso demasiado tiempo entre la segunda y la tercera entrega, sin embargo, es también posible concluir que la última, es decir “007: Operación Skyfall” es, sin lugar a dudas, todo un hallazgo.
La elección de un cineasta talentoso, para nada experto en la acción, como el británico Sam Mendes, fue también muy afortunada: el tono buscado para esta aventura es el crepuscular, que roza por momentos el "dark" más intenso e interior.
Es que el sistema de inteligencia que sostiene el engranaje detrás del personaje está en crisis, y así arrancan sus corridas, tras algún traspié, en busca de proteger la cadena de mando a pesar de que todo parece estar escrito de antemano, y no es del todo feliz.
Esta vez no sólo Bond está en peligro, sino M, su jefa, porque un ex agente del M16, el latino Raúl Silva, está dispuesto a liquidarla, según dice porque lo ha hecho sufrir mucho en el pasado cuando todavía no había descubierto el placer de cortarse solo al servicio del mejor postor y la venganza.
Es en este personaje, el de Silva, en el que los guionistas depositan su confianza, porque es sabido que los villanos son más seductores que los héroes, y éste, por su tremenda personalidad, tiene todo lo necesario como para convertirse en un astro, admirable por su humor cínico y crueldad.
No es para menos teniendo como intérprete a Javier Bardem que, seguramente inspirado en el Guasón del Batman más dark (el de Ashton Kutcher) y Hannibal Lecter, pero sin ningún maquillaje ni disfraz, consigue momentos de gloria que serán aplaudidos y muy recordados.
Si Craig es el mejor Bond, y Judi Dench la mejor M, hasta ahora, al actor español de familia de artistas le cabe ser el mejor villano porque es aquel que menos necesita de recursos locos (no obstante los tiene en varias escenas locas) para quedar entre los grandes.
El filme de Mendes no necesita de aparatosas escenas de acción, que las tiene y grandes pero bien dosificadas, porque es precisamente por su ritmo sin solución de continuidad que le permite durante dos horas y media sostenerse sin un minuto de más o menos.
Los tiempos de cada situación a desarrollar son los justos, más o menos de media hora, una hora y otras dos medias horas que resuelven la tensión a favor de la oferta, incluso con esta última parte con una impresionante participación del veterano Albert Finney como Kincade.
Esta última entrega, rodada en Escocia y más precisamente en la casona natal de Bond, revela que los vínculos del personaje con el Bruce Wayne de Batman son muchos, y es el mismo Craig que se encarga de emular al encapotado en una terraza londinense en el epílogo.
Todo en “007: Operación Skyfall” está puesto para satisfacer no sólo a los amantes de James Bond sino también a los amantes del cine, incluso para compensar algunos excesos en el sacar partido de la compresión de hechos, ya que nunca es posible que ocurran tantos en tan poco tiempo.
Pero más allá de esta observación, todos los ingredientes están para ser saboreados, incluso las presencias femeninas, una corta y muy sensual como la de Berenice Marlohe y otra larga pero menos explícita como la de Naomie Harris.
Y como no podía ser de otra forma, hay al menos cuatro momentos de acción memorables, el primero muy a lo Bond por las terrazas y tejados de Estambul, el segundo en Shanghai, el tercero por debajo del tubo subterráneo de Londres y el cuarto en las colinas escocesas donde incluso hay música de The Doors, estilo las Walkirias de “Apocalypse Now”.
En cuanto a la banda de sonido hay un juego que arranca con el tema de Adele (“Skyfall”), que comienza con la frase “This is the End”, dejando en claro que la historia que se verá es, inexorablemente, y quiérase o no, crepuscular: lleva el sello Bond en la melodía, pero es mucho más tibio que “Another Way to Die” (de “Quantum of Solace”), por Alicia Keys y Jack White.
Menciones especiales para la música incidental, de Thomas Newman, que arranca con apenas algunas notas bien “bondianas” y termina replicando a las partituras clásicas y a la fotografía de Roger Deakins (el de los hermanos Cohen), en especial en las escenas del final, donde las siluetas oscuras se recortan entre la niebla sobre un rojo intenso que parece invadirlo todo.