Vamos a pensar en pesos ¿por qué? Porque el peso es la moneda nacional y todo país que se precie de soberano cuenta con un signo monetario propio, no utiliza uno prestado. En la Argentina, los asalariados cobran en pesos, y van al supermercado y gastan en pesos, viajan en transporte público y lo pagan en pesos, como también tributan sus impuestos en pesos.
Y si mandan a sus hijos a un colegio privado, las cuotas son en pesos, igual que las cuotas de un electrodoméstico o de un automóvil. Lo mismo sucede con los alquileres, se pagan en pesos; y también los servicios públicos, la telefonía celular y el uso de internet. De esa manera, uno con su dinero compra o paga lo que desea sin tener que pasar por ningún elemento adicional de intermediación que no sea el billete de signo monetario nacional, es decir, el peso.
Ahora, si uno para acceder a determinados bienes y servicios producidos localmente y a costos en pesos debe hacerse de dólares, entonces el dólar pasa a tener una demanda innecesaria para que funcione una economía que perfectamente puede hacerlo en su moneda de origen. De hecho, casi la totalidad de los sectores económicos se mueven en pesos en el mercado interno nacional, salvo excepciones que aunque son pocas, el peso que tienen en la vida de la gente termina por distorsionar el normal funcionamiento que presenta el resto de la economía. Y es el caso de los sectores inmobiliario y de turismo. Los valores de la mayoría de los inmuebles se publican en dólares, pero también deben pagarse en esa moneda. Y en el caso de los paquetes turísticos también se manejan con valores en la divisa estadounidense. Y en ninguno de los casos los costos de estos sectores guardan relación con el dólar como billete. Los constructores de propiedades pagan sus materiales en pesos y abonan los salarios de los albañiles en pesos, lo mismo que al arquitecto o al maestro mayor de obras. Además los créditos hipotecarios se otorgan en pesos. Los agentes de viajes también pagan los sueldos de su personal en pesos y el alquiler de sus comercios y los servicios en pesos. Los gastos en moneda extranjera en este tipo de actividad, como pasajes o alojamiento en el extranjero, se hacen por medio de una transacción electrónica, es decir, que el agenciero no tiene que utilizar ningún billete físico. De esta manera, la transacción se realiza desde una cuenta en pesos a otra en dólares o euros, o reales o pesos mexicanos, todo electrónicamente y con las conversiones de las divisas realizadas por los bancos que intervienen en la operatoria.
Estos dos sectores son responsables de una buena parte de la demanda de dólares que existe en la casas de cambio. Mucha gente se hace de dólares a lo largo del tiempo pensando en juntar para comprarse la casa o realizar un viaje. Si estos sectores no estuvieran dolarizados, no haría falta entonces ir al mercado cambiario, donde habría una menor demanda. Es cierto que más allá del mercado inmobiliario y del turismo, para muchos el dólar es en sí la elección para poner a resguardo sus ahorros. Pero no es la única opción. Y encima, es la opción que más perjudica al desarrollo nacional. Porque el resto de las opciones, como la compra de propiedades, los depósitos bancarios, las inversiones en instrumentos financieros como fideicomisos o acciones bursátiles, contribuyen todas a que la rueda siga girando, el dinero se mueva, el Estado recaude, y haya más recursos para destinar a educación, obras públicas o ayuda financiera a las empresas. El dólar debe ser solo la moneda del mercado externo, del comercio exterior, la moneda que debe preservar el Gobierno para poder pagar deuda pública y para mostrar fortaleza ante el mundo y también en el propio mercado cambiario. De hecho, gracias a la acumulación de reservas monetarias del Banco Central en dólares es que el Gobierno puede sostener la moneda estadounidense a un precio competitivo para que la industria nacional pueda colocar sus productos en el mundo, lo cual genera ganancias a los empresarios, permite mejorar las condiciones laborales de sus trabajadores, que gastan más en el mercado interno, donde esos mismos empresarios vuelven a ganar, y también el Estado recauda por impuestos a la actividad económica y puede seguir atendiendo ese valor competitivo del dólar, pero también las necesidades de mejor educación, mejor salud, mejor transporte, mejor seguridad, y mayores oportunidades para todos.
Publicado en la edición de hoy del suplemento “Ni a Palos” de “Miradas al Sur"