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Suede se subió al podio de los mejores shows de 2012


El grupo británico Suede con un rock de gran calidad, seductor y perverso pero siempre elegante, ofreció en la noche del lunes, en el teatro Vorterix uno de los mejores recitales que los escenarios porteños hayan recibido en este 2012, cargado de visitas.
Conducidos por el notable Brett Anderson, que anoche lució impecable y con un registro vocal notable, los Suede, debutaron a principios de los 90 tomando elementos del glam rock del David Bowie de los 70 y de T.Rex, además de la lírica de Morrissey y de sus Smiths y con sus canciones le abrieron paso al desembarco mundial del brit-pop protagonizado por Oasis y Blur.
En sus primeros discos Anderson y el primer guitarrista Bernard Butler hicieron de sus atractivos un arma para provocar con actitudes ambiguas sexualmente, que apoyaron a través de letras que retrataban el “reviente” de cierta clase media londinense en los `90.
En sus letras, Anderson armaba viñetas de la decadencia de la Gran Bretaña post Margaret Thatcher, el uso y abuso de la cocaína, el despertar y la confusión sexual entre los jóvenes, además de fotografías notables de la nocturnidad y la vida rockera, al igual que su admirado Morrissey hizo en los 80.
Estas letras acompañadas por un sonido bien guitarrero que inició Butler y que continuó luego el actual guitarrista Richard Oakes, quienes construyeron riffs caprichosos con una marcada influencia de Mick Ronson, guitarrista de Bowie en los 70, Marc Bolan y hasta de Johnny Marr de los Smiths.
Suede tiene en su carrera cinco discos esenciales, el primero homónimo, “Dog Man Star”, “Coming Up” y el doble de rarezas y lados B “Sci-fi Lullabies” y en las canciones de estos álbumes estuvo basado el repertorio que interpretaron anoche un Vorterix, que terminó seducido y extasiado.
Con una base firme formada alrededor de los históricos Matt Osman en bajo y Simon Gilbert en batería, Oakes puedo sacar a relucir todos los riffs y los solos que nutren las canciones de la banda, mientras que Anderson confirmó que es el poder de una voz privilegiada, que puede pasar de los agudos a los graves con facilidad, emocionando y angustiando a quien lo escucha.
Esta visita saldó una deuda con el publico argentino y sorprendió a Anderson y a sus compañeros que pudieron observar como las olas desatadas por Oasis y Blur no habían tapado a otros grupos tan o más interesantes como Suede y Pulp, banda esta última que también visitará la Argentina en noviembre próximo.
El concierto fue una verdadera “paliza” ya que la banda interpretó, mezclando elegancia, sangre, sudor y mucha pasión, hits y un clásico detrás del otro, enloqueciendo a la gente que entonó la mayoría de los estribillos e hizo más breve el receso antes del bis con un “oh oh oh” siguiendo la melodía de “Beautiful Ones”.
El primer estallido fue con “Trash”, el hit de “Coming Up” (1996) en el que Anderson compartió el estribillo con el publico, mientras sacudía el micrófono como el látigo de un amante perverso, cubierto de cicatrices de amores y botellas rotas.
Obviamente, Suede es una banda que sedujo a mujeres pero también lo hizo con los hombres, con muchísima ambigüedad en una era pre-metrosexuales, como ocurrió cuando sonó el poderoso “The Drowners”.
Bowie ya había hecho esto en los 70, pero Anderson tomó aquella posta y llevó la delicadeza de sus rasgos y su belleza hasta los límites de la confusión en canciones como “So Young”, “She” y “Animal Nitrate”.
En “Everything Will Flow”, del disco “Headmusic” (1999), se mostró emocionado e hizo cantar al publico el estribillo y lo excitó para luego hacerle el amor de manera agotadora en “So Young”, mientras la guitarra poderosa le daba una banda sonora a un intercambio carnal que se prolongó con “Metal Mickey”.
La bellísima “The Wild Ones” tuvo un interesante contrapunto entre la acústica del tecladista Neil Codling y la eléctrica de Oakes y el cierre formal del show fue con “The Beautiful Ones”, uno de los hits de “Coming Up” (1996) que dejó a la gente coreando “oh oh oh” basado en la melodía de una gran canción.
La conquista era total, al punto tal que para los bises, Suede decidió abrir con una mid-tempo “My dark star” incluida en el compilado “Sci-fi Lullabies” para despedirse con la maravillosa “Saturday Night”, que Anderson decidió cantar en el foso junto a los fans, hasta casi sus últimos acordes, cuando se puso a aplaudir a la gente y prometió un pronto regreso.
El público respondió con una gran ovación, se fue muy satisfecho y la magia surgida dentro del teatro se traslado al exterior, ya que una noche tan británica y emotiva solo podía concluir con una copiosa lluvia y un cielo cargado y oscuro como si Buenos Aires se tratara de la mismísima Londres.

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