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Plant emocionó al Luna Park con su rica mezcla rítmica


El prócer del rock mundial concretó una original y mágica noche en el Luna. Recorrió hitos e influencias desde un mirada más blusera y folk y agregó una alta dosis de música africana, casi como parte de una investigación antropológica.
En 2007, el mundo del rock se sacudía con el concierto-reunión de Led Zeppellin, grupo integrado por Plant, el guitarrista Jimmy Page, el bajista John Paul Jones y Jason Bonham, hijo del baterista original John Bonham, para brindar un show en Londres en homenaje a su descubridor, Ahmet Ertegun.
Después de una noche inolvidable, la gira regreso de Zeppellin parecía cantada y hasta se lanzaron fechas tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, pero Plant se bajó del proyecto multimillonario de manera pacífica, sin peleas ni disputas.
Ese año, Plant había grabado el multipremiado disco “Raising Sand” con la cantante estadounidense Allison Krauss para revisitar clásicos de la música norteamericana más algunas composiciones nuevas, desde una mirada más cercana al country, el folk, el bluegrass y otros estilos oriundos de Estados Unidos.
Aseguró que estaba “en una búsqueda musical diferente” a la de tocar grandes canciones escritas hace 20 o 30 años y su andar desde entonces ratificó esos dichos.
La gira con Krauss fue un éxito e inmediatamente Plant decidió seguir el camino trazado con “Raising Sand”, y reformuló Band of Joy, su primer grupo, para grabar un disco homónimo en el que tocó covers de Los Lobos, el trovador country Townes Van Zandt, Richard Thompson y el dúo Low.
Armó una banda con músicos estadounidenses y salió de gira con muy buenas críticas, tocando en estadios de hasta 10.000 personas y confirmando su decisión de bajar de velocidad y meterse de lleno en ritmos donde el registro de su voz se volviera más grave como para evitar los alaridos de su época de Zeppelín.
Para la etapa latinoamericana de su gira, Plant volvió a cambiar su banda, a la que llamó The Sensational Space Shifters y que ahora está compuesta por el músico africano Juldeh Camara en ritti (violín africano), kologo (banjo africano), y voces; Justin Adams en guitarra y mandolina; John Baggott en teclados, Liam "Skin" Tyson en guitarra, Dave Smith en batería y percusión y Billy Fuller en bajo y coros.
Anoche, Plant recibió una ovación al ingresar al escenario del Luna y junto con su banda arrancó el concierto con “Tin Pan Valley”, una canción incluida en el disco “All the King Horses” que grabara junto al grupo Strange Sensation -material desconocido en la Argentina salvo para los muy fanáticos del vocalista- y que preanunciaba de qué iba a tratar la velada.
Allí sobre el escenario estaba una figura enorme del rock deconstruyendo su pasado y su presente, tratando de llegar a la canción por caminos alejados del hard rock a lo Zeppellin, optando por formas de blues acústico, de folk británico y de la mixtura del rock y otros estilos pasados por el tamiz de la música africana.
Lo siguió en un plan más folk inglés “Another Tribe”, del disco “Mighty Arranger”, grabado junto a Strange Sensation, que lo mostró a tono con su impronta de trovador, de narrador de historias y cuentos fantásticos.
El primer momento fuerte de la noche fue con la interpretación en ritmo de blues acústico de “Friends”, incluido en el disco “III” de Led Zepellin, que arrancó una enorme explosión de la gente.
Luego llegó el blues psicodélico de “Spoonful”, un clásico de Howlin Wolf, que le dio paso al ingreso del gambiano Juldeh Camara con uno de sus instrumentos de cuerdas para que la noche viajara de Nashville al este del Africa sin paradas, mientras Plant lo acompañaba con unos suaves coros.
Con Adams y Camara a cargo de sendos instrumentos africanos, Plant arrancó con “Somebody Knocking” en el que intercaló estrofas con cámara que cantó en su idioma, con una voz muy prístina.
A esa altura del show, el Luna lucía subyugado por estos desmarques de Plant, quien en algún momento del concierto dijo “toda las noches es distinto”, ratificando su decisión de arriesgarse y seguir con su investigación antropológica y artística.
Camara concretó un riff con su violín africano y luego le dio paso a la banda que suavemente y en un ritmo ralentado arrancó con el clásico de Zeppelin, “Black Dog”, que fue entonado por todo el estadio, más que satisfecho con esta forma de abordar las canciones por parte de Plant.
“All the King horses” le bajó las pulsaciones a la noche, ya que se trata de una hermosa balada que Plant tocó con su banda con excepción de Camara y el baterista Smith, y en la que dejó claro que su garganta todavía puede hacer viajar al oyente y generarle emociones.
El ánimo volvió a crecer con la interpretación de “Bron-Y-Aur-Stomp”, canción incluida en el primer disco de Led Zeppellin, también en formato acústico y en la que Plant fue acompañado por todo el público presente en el estadio.
Adams comenzó a arrancarle a su guitarra un riff bien influenciado por la música árabe y Plant hizo vibrar con un lamento bien musulmán, como el de los sacerdotes del Islam cuando llaman a rezar mirando a la Meca, al interpretar la canción “Enchanter”.
Esta canción cruzó hasta el África de la mano de Camara, mientras Plant y Adams golpeaban viejas panderetas y tambores africanos, y lo engancharon con “Four Sticks”, de Led Zeppelin IV, que tuvo una larga interpretación con intervenciones destacadas de Camara y el guitarrista Tyson en un disfrutable duelo a pura cuerda.
“Ramble On”, de Led Zeppelin II, cuya letra está inspirada en “El señor de los anillos” de J.R.R. Tolkien, alternó momentos de calma con explosivos riffs, excitando a la gente que cantó el estribillo y luego ovacionó de pie a Plant.
El cierre fue con una versión country del clásico blusero “Fixin to die”, de Booker T. Washington, que calentó la previa para la versión a dos guitarras eléctricas y un banjo africano de “Whole Lotta Love”, el clásico de Zeppelin, que sonó como un blues de medio tempo, enloqueciendo a la gente.
Ante un Luna Park que cantaba “Robert, Robert, oh Robert”, regresó acompañado por una guitarra, una mandolina y unos teclados para tocar la balada de Zeppellin “Going to California”, de manera exquisita.
La banda plena regresó para el cierre, que fue con “Rock and Roll”, pero que por la presencias de las cuerdas africanas de Camara y los teclados de Baggott sonó en un formato muy “new wave”, veloz y ligera.
El concierto alcanzó su cima y los espectadores saludaron satisfechos la decisión de un magnífico artista capaz de eludir el dinero fácil para llegar a la esencia de sus canciones desde otros caminos y así encontrarse con sus orígenes e influencias musicales sin caer en la demagogia rockera para grandes estadios.

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